Solo, no puedo. Con ayuda, sí. Viene a ser el lema que nos va al pelo para el post de hoy. Recientemente, un estudio de la Universidad de Manchester ha descubierto que las intervenciones nutricionales a nivel individual no son efectivas para incrementar el consumo de frutas y hortalizas entre los niños con sobrepeso. De hecho, todas las recomendaciones coinciden en que la mejor manera de combatir la obesidad infantil es desarrollar estrategias de salud pública.
De poco sirve que en el ámbito familiar unos padres se desvivan promoviendo el consumo de fruta y verdura entre los más pequeños, con soluciones que ponen a prueba la imaginación del más creativo, si al final la sociedad solo ofrece máquinas con snacks cargados de grasas trans, publicidad saturada de bollería industrial y si nos persigue la imagen de un divertido y venerado payaso que solo quiere ‘alimentar nuestras sonrisas’. Al sobrepeso infantil contribuye además la cada vez más sedentaria vida cotidiana amenizada por máquinas y dispositivos móviles con atractivos juegos al servicio de los más pequeños.
Soluciones: padres, colegios, publicidad, campañas estatales de concienciación … todos unidos con una meta común: contribuir a un cambio de comportamiento en varios aspectos del estilo de vida de los niños y su entorno para lograr que nuestros pequeños eviten problemas derivados del sobrepeso y el sedentarismo. El primer paso está en la educación nutricional, no solo de los niños sino de los adultos responsables de su formación.